Cuando la noche se vuelve infierno

Sol, playita, buen tiempo, calor, calor, calor, calor... Mucho calor, muchísmo calor... En el día a día de Barcelona, llega un momento en el que el calor toma nombre propio y hace su aparición estelar. No es gran cosa en cuanto a número (de hecho si mirásemos sólo eso pensaríamos que no es para tanto), pero nunca lo abandona su querida amiga del alma: la Humedad.

Bañada por el Mediterráneo, la humedad se alimenta de todo lo que llega del agua del mar. Como una gran masa se une al calor y lo envuelve, transformando todo cuanto no tenga aire acondicionado en un pequeño infierno. De nada sirve estar a la sombra o que sea de noche, sus garras te asfixian, tu cuerpo se impregna de su presencia, se engancha a tí y ya no te suelta.

Durante 2 o 3 meses dormir se vuelve un infierno. La noche a penas varía del día, exceptuando que no te pones moreno. Cada noche es como ir a la piscina a dormir, sólo que no estás refrescándote en ningún momento...

El día no es menos, caminar por las calles al sol (o a la sombra) se vuelve un ejercicio de supervivencia extrema, en el que el agua hace su aparición constante, aunque no por digerirla precisamente...

Infierno, ¡vete de aquí!